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Castillos que hablan (IV): Íscar, un faro en el océano de pinares
Esta fortaleza construida entre los siglos XIII al XVI ha sido felizmente recuperada para la cultura y el turismo con visitas a su imponente torre del homenaje
Soy el castillo de Íscar.
Me alzo desafiante sobre el cerro que aquí llaman 'La Cotarra'. Soy un faro que domino desde estas latitudes toda la villa a la que cobijo y ese océano de pinares que se pierde en la bruma. En días claros se puede disfrutar del espectáculo que es la Sierra de Guadarrama y desde mi pétrea torre del homenaje se atisban poblaciones vecinas como las de Portillo, Cuéllar, Coca, Olmedo… ¡ah! incluso hasta se vislumbra la torre de la catedral de Segovia.
Mis orígenes son inciertos. Los historiadores coinciden al señalar que me asiento sobre las ruinas de otras fortalezas que probablemente pudieron ser arrasadas por los musulmanes. Narran que por aquí pasaron las huestes de Abderramán III. Mi parte más antigua -los restos de la muralla original y la estructura interna de la torre- corresponde al siglo XIII. Incluso dispuse de un foso excavado en la roza caliza para favorecer mi defensa.
Hay otras dos etapas importantes en mi edificación: En la segunda mitad el siglo XV se procedió al refuerzo de todo el recinto, así como de mi torre del homenaje. Surge entonces ese cuerpo de cubos a modo de barbacana. Y es en ese momento cuando se remata la obra con los escudos de don Pedro de Zúñiga y Avellaneda y el de su esposa, doña Catalina de Velasco y Mendoza, segundos condes de Miranda, que fueron mis señores y grandes impulsores de mi reforma.
El Ayuntamiento me adquirió en 1991 por un precio de 78.000 pesetas
La tercera gran fase data de principios del siglo XVI donde, para evitar la ruina de la torre, se construyó esa robusta columna central que ha sostenido la imponente bóveda de crucería. Se conforma así una imagen parecida a la que hoy puedes contemplar.
Poco a poco fui cayendo en el olvido y en la decadencia. Con las sucesivas desamortizaciones, los Condes perdieron los derechos y privilegios sobre Íscar. Todas sus propiedades quedaron repartidas entre herederos y otros propietarios. Y mis designios llegaron hasta 1989 cuando una familia de la localidad me adquirió. Dos años más tarde fui comprado por el Ayuntamiento de Íscar por un precio de 78.000 pesetas.
RECONSTRUCCIÓN Y NUEVA VIDA
Comenzó así mi resurgir. Gracias a un plan director y a una cuantiosa inversión llegó la consolidación de mis muros y la reconstrucción de todo el recinto.
El brillo de un pasado esplendoroso se refleja de nuevo en mi ser. Recuperado para la cultura y el turismo, hoy soy protagonista indiscutible de la localidad a la que siempre amparé. Son muchas las actividades que acogen mis muros. Conciertos como el de Músicas viajeras o el ciclo de veladas en los castillos; teatro, con el Festival Escenario y Patrimonio o incluso hasta bodas civiles.
"Es un buque insignia, nuestra identidad como municipio y nos sentimos muy orgullosos". Gracias por tus palabras José Andrés Sanz, alcalde de Íscar. Mi histórico pasado y mi espectacular edificio bien merecen una cita. El Ayuntamiento organiza sus visitas protagonizadas, donde el visitante vivirá en primera persona y ataviado con vestimentas de la época, las historias que aquí sucedieron, especialmente las de los Condes de Miranda, señores de Íscar. Los más pequeños pueden participar en la divertida y pedagógica actividad titulada 'Construye y defiende tu castillo'. Y si los quintos plantan el mayo en la localidad, la tradición dicta que los cuartos, es decir los jóvenes con 17 años, los retan y cada 30 de mayo suben un pinillo a lo alto de mi torre, en un alarde de pericia, fuerza y ritual.
Hoy he resurgido para la cultura y el turismo
Acceder a mi gran patio de armas dejando atrás mis gruesas murallas es toda una experiencia. Asomarse a mis saeteras defensivas retrotrae a una época de asedios y batallas medievales. Ascender por una angosta escalera de piedra embutida en los muros y conquistar la terraza en lo alto de mi torre del homenaje no tiene parangón. Las vistas sobrecogen incluso al mayor de los osados.
Muchos siglos después, mi estampa -rodeada de pinares en lo alto del cerro- sigue sorprendiendo a propios y extraños. Testigo de un ayer glorioso y de un mañana prometedor. Aquí os espero.
Soy el castillo de Íscar.
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