Las obras 'Pieza cielo para Jesucristo' y 'Pieza corte' podrán verse el día 7 a las 19.00 horas
El Prado devuelve su cielo a Carracci: la Capilla Herrera renace bajo una nueva cúpula
El museo recrea la estructura original de la capilla romana de los españoles en Roma para mostrar los frescos de Annibale Carracci
El Museo del Prado ha vuelto a mirar al cielo barroco. Este martes ha presentado la nueva instalación permanente de la Capilla Herrera, una recreación arquitectónica que permite contemplar los frescos de Annibale Carracci (1560–1609) en una disposición muy similar a la original de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma, hoy desaparecida.
La propuesta -una estructura en forma de cúpula con pechinas- devuelve a estas obras su sentido espacial y narrativo, permitiendo apreciar cómo fueron pensadas por el maestro italiano: vistas desde abajo, rodeando al espectador y bañadas por una luz que realza su monumentalidad.
Los frescos, que narran episodios de la vida de san Diego de Alcalá, fueron ejecutados entre 1602 y 1605 por encargo del banquero palentino Juan Enríquez de Herrera, en agradecimiento por la curación milagrosa de su hijo.
Cuando en 1833 la iglesia romana amenazaba ruina, las pinturas fueron arrancadas y trasladadas a lienzo. Nueve de ellas fueron enviadas a Barcelona -donde hoy se conservan en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC)- y otras siete llegaron a Madrid, al Museo del Prado. Tres más se perdieron en el proceso.
Durante décadas, el Prado las expuso en distintas ocasiones, aunque siempre con la dificultad de reproducir su compleja perspectiva. "Tenían difícil encaje en una sala tradicional por la singularidad de sus formas y el punto de vista para el que fueron pintadas", explicó el director adjunto de Conservación, Alfonso Palacio.
Ahora, el museo ha logrado lo que parecía imposible: devolver la unidad visual y espacial a uno de los conjuntos más importantes del barroco italiano en España. En el centro de la cúpula se ha colocado una reproducción fotográfica a tamaño real del fresco de Dios Padre, conservado en el MNAC, completando así el aspecto original de la capilla.
La nueva sala no solo es una lección de pintura y arquitectura, sino también un gesto de restitución histórica, que vuelve a reunir -aunque sea simbólicamente- las piezas dispersas de un mismo milagro artístico.
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