La pieza, una litografía de la entonces princesa Beatriz, fue desechada durante una remodelación y no se espera que pueda ser recuperada
Francisco, el Papa del fin del mundo que cambió el rostro de la Iglesia
El primer pontífice latinoamericano y jesuita deja un legado marcado por la cercanía con los desfavorecidos, la reforma del Vaticano y un nuevo lenguaje inclusivo
Francisco, fallecido este lunes a los 88 años, fue durante sus más de doce años de pontificado una figura transformadora que desafió estructuras, suavizó lenguajes y centró su papado en los pobres, los marginados y las periferias del mundo. Enfrentó resistencias internas con firmeza y humildad, y aunque solo el tiempo y su sucesor podrán confirmar la profundidad de su reforma, su legado ya marca un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia católica.
Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires en 1936, hijo de inmigrantes italianos, y comenzó su formación en ciencias químicas antes de responder a su vocación religiosa a los 21 años. Fue ordenado sacerdote en 1969 y, durante la dictadura argentina, pasó por Alemania y luego fue destinado a la Compañía de Jesús en Córdoba. Conocido por su sencillez, vivía solo en un apartamento junto a la catedral porteña, estilo de vida que mantuvo tras convertirse en papa: renunció a los apartamentos pontificios y eligió la residencia de Santa Marta como su hogar en el Vaticano.
El 13 de marzo de 2013, fue elegido como el primer papa no europeo y jesuita, convenciendo a los cardenales en el cónclave con un discurso que prometía renovación y descentralización. Se presentó al mundo con un humilde "buenas tardes" y una frase que quedó en la memoria: "Se ve que los cardenales han querido elegir al obispo de Roma del fin del mundo."
Inspirado por San Francisco de Asís y alentado por un cardenal brasileño que le dijo "acuérdate de los pobres", eligió el nombre de Francisco y proclamó su deseo de una "Iglesia pobre para los pobres". Desde entonces, su misión fue clara: reformar la Curia Romana, hacer más transparentes las finanzas, y reducir privilegios eclesiásticos. Uno de sus mayores logros fue la promulgación de la Constitución Praedicate Evangelium, que reorganizó los organismos vaticanos y fortaleció la transparencia económica.
Francisco también abordó con decisión la crisis de los abusos sexuales en la Iglesia, promoviendo el acompañamiento de las víctimas y estableciendo normas más claras para actuar en todo el mundo. Sin embargo, reconoció que aún quedaba mucho por hacer.
Con un enfoque pastoral más que doctrinal, introdujo un lenguaje nuevo y más cercano, hablando de misericordia, inclusión y amor. Abrió el debate sobre el acompañamiento a personas homosexuales, a divorciados vueltos a casar, y promovió una Iglesia más acogedora. Bajo su pontificado, se aprobó el documento que permite la bendición de parejas del mismo sexo, algo impensado años atrás y que generó tensiones internas.
Francisco fue también el papa de los viajes a las periferias. Desde su primer destino en Lampedusa, donde denunció el drama de los migrantes, hasta sus 47 visitas internacionales, su mirada estuvo puesta en los márgenes, en los olvidados, en los que no tienen voz.
En su pontificado compartió el Vaticano con Benedicto XVI, convirtiéndose en el primer papa en siglos en convivir con su predecesor. Aunque públicamente la relación fue buena, la coexistencia puso de relieve la tensión entre el ala progresista y la más conservadora de la Iglesia, especialmente ante reformas y declaraciones que desafiaban visiones tradicionales.
A lo largo de su papado, no faltaron las críticas: desde las "dubia" planteadas por cuatro cardenales conservadores, hasta el memorando anónimo que lo tildó de "catastrófico", luego atribuido al cardenal George Pell. Pero Francisco respondió con serenidad, sin perder de vista su misión evangélica.
Su legado está también en sus encíclicas, especialmente Laudato si’, donde hizo un llamado urgente al cuidado del planeta y a una fraternidad universal. Durante la guerra en Ucrania intentó, sin éxito, mediar para alcanzar la paz, y no temió denunciar la violencia en Gaza, preguntando incluso si se estaba frente a un genocidio, lo que también le valió críticas.
Francisco fue el papa que habló con gestos y con acciones: el papa que bajó del balcón del poder, que abrazó al leproso moderno, que dio voz a los sin voz. Su pontificado, valiente y humano, deja una Iglesia que ha comenzado a mirar más allá de sí misma.
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