circle

Una gran decepción

Una gran decepción
Diego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

Pese a que le puedan insultar algunos maledicentes, ellos sabrán y cuidado que hay funcionarios tomando nota, Óscar Puente es una persona "bien intencionada y de buena fe", como él mismo se describe. Y como les suele ocurrir a estas almas benignas y confiadas, luego llega la gente y les acaba decepcionando. Porque resulta que el cándido Don Óscar "tenía confianza de que ese mundo estaba en condiciones de dar los pasos, que yo creo que por otro lado son absolutamente ya inevitables. Para mi particularmente es una gran decepción".

Lo que pasa es que Puente se queda corto al explicar su gran decepción. Porque hace sólo cuatro meses, en el Congreso de los Diputados, no hablaba en esos términos de este socio indispensable con el que Sánchez aseguraba que "no voy a pactar, si quiere se lo repito veinte veces, no voy a pactar". Lo que expresaba Puente entonces no era su mera confianza en que "ese mundo" estaba en condiciones de dar esos pasos absolutamente inevitables. Afirmaba con rotundidad que ya los había dado todos, que ya habían recorrido el camino completo y superado la meta, a diferencia de otros, como por ejemplo el PP.

"Le voy a decir una cosa en relación con la alcaldía de Pamplona. En pocos días habrá en España otra alcaldía más progresista en nuestro país. Y una menos de derechas. Por tanto, le digo que no tengo ningún complejo, ninguno, en que un partido progresista democrático de este país se haga con la alcaldía de una capital de provincia de España". Entonces sin complejos y ahora apesadumbrado. Ya ven, en cuatro meses Bildu ha pasado de sobresaliente a muy deficiente. Qué inmensa decepción.

Y qué Alegría, digo la ministra de Educación y portavoz del Gobierno, que nos explicaba que "no reconocer que ETA fue una banda terrorista no es ya que sea absolutamente cobarde, es un desprecio enorme hacia todas las víctimas y a la sociedad española en su conjunto". Claro que lo de Bildu no es de ayer, ni una cobardía de su candidato en la campaña electoral. Ni antes ni ahora han reconocido que ETA fuese una banda terrorista. Siempre la han justificado y reivindicado. Y eso no ha impedido nunca al Gobierno, ni a Alegría, contarnos hasta la nausea que es un partido tan democrático como el que más, un socio progresista en el lado bueno del muro. 

Mientras sus ministros se afanan ahora en explicarnos que Bildu no cumple las condiciones para ser un partido democrático, porque para ellos ETA no fue una banda terrorista, sino un "grupo armado", algo así como un club de aficionados al tiro al plato, Sánchez no dice ni mu. Él, tan presto y dispuesto a asegurarnos que "desde el Gobierno de España vamos a actuar en todas las instituciones nacionales e internacionales en defensa de la ley de Memoria Democrática frente al negacionismo de los de siempre".

Para Sánchez los de siempre son los que son, porque su memoria es un poco como la de Steven Tayler, el cantante de Aerosmith. De los años ochenta, tiene muchas lagunas. Claro que las lagunas de Tayler se debían a sus excesos y las de Sánchez a sus defectos. El mayor es su falta de votos para gobernar sin los del "grupo armado", porque sin ellos no "somos más".  Hace diez días, Sánchez se lanzó contra Vox y contra Mañueco por no llamar dictadura al franquismo. En eso tenía razón. Pero, qué decepción, ahora no dice nada de Bildu cuando se niega a llamar a ETA terrorista.

Y eso que Sánchez es un gran experto en terrorismo. En febrero, cuando andaba negociando para que Junts votase sí a la ley dictada por Puigdemont para amnistiarse a sí mismo y poder ser restituido en mayo como president de Cataluña, nos explicaba que, "como todo el mundo sabe, el independentismo catalán no es terrorismo. No lo es". Y como es habitual, Bolaños le hacía los coros: "El supuesto terrorismo del procés no es comparable con el terrorismo de ETA que es lo que todos entendemos por terrorismo".

¡Ay, Félix!, resulta que no todos. Desde luego los de Bildu no. Esto no es una sorpresa, por mucho que ahora Puente, Alegría y el resto de la orquesta se pongan, en modo capitán Renault en Casablanca a gritar "¡Qué escándalo, aquí se juega!". Y, al parecer, tampoco Sánchez, al que se le han quitado las ganas de explicar qué es el terrorismo. Ni una palabra hemos escuchado de nuestro presidente, tan veloz y tajante cuando se trata de condenar a la derecha. Y tan reticente, silencioso y educado cuando se trata de reconvenir a ese socio que llama "ciclo político" a cuarenta años de atentados y secuestros, que homenajea a los asesinos y que redacta leyes de memoria democrática que luego aprueba el PSOE, para travestir su repugnante historia criminal en un daño colateral inevitable de la valiente lucha contra el Estado opresor.

La guinda, como siempre, la pone Zapatero, que viene a ser para Sánchez ese Joselu al que saca del banquillo en el minuto ochenta para remontar las campañas. Dice el figura que lo que le pasa a Bildu es que todavía no se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Y que su partido no se lo reprocha por interés partidista o electoral, lo hace por el bien de Euskadi. Cada vez que estos últimos seis años alguien ha recordado la complicidad de Bildu con ETA, el Gobierno ha respondido así, como Patxi López: "Estoy harto de que se pasee el fantasma del terrorismo por aquí cuando alguien no sabe qué decir. Porque ETA desapareció de nuestras vidas hace más de doce años". Y ahora, en campaña electoral, qué casualidad, son ellos los que la desentierran sin que Patxi manifieste hartazgo alguno. Como ya le auguró la madre de Pagaza, "cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre".

El diario oficial se puso esta semana en plan diario de a bordo, y en tono marinero titulaba que "El gobierno capea sus contradicciones sobre Bildu", cual aguerrido patrón que se enfrenta al duro temporal. Tranquilos, el oleaje sólo durará unas horas. Hasta esta noche. Luego jornada de reflexión, a votar, mar en calma, y vuelta al blanqueamiento y la normalización. Será otra gran decepción para quienes no tengan en cuenta que lo único imprescindible, democrático y progresista, es seguir gobernando hasta 2027. Por supuesto también con permiso de Puigdemont. Pero eso ya a partir de la semana que viene.