circle

Raquel Díaz, el grito por las que ya no tienen voz

La abogada leonesa, que sufrió una brutal agresión y malos tratos de su exmarido, el expolítico Pedro Muñoz, ansía poder ayudar a otras víctimas de violencia

Raquel Díaz, el grito por las que ya no tienen voz
Raquel Diaz permanece escondida, a la espera de que su agresor, condenado por maltratarla, entre en Mansilla. | SM
Susana Martín
Susana Martín
Lectura estimada: 6 min.
Última actualización: 

"Me estaban preparando para la ducha. Ya estaba sentada en la silla geriátrica y quise coger mi móvil cuando sonó. Pensé que me llamaban de Cometa porque mi agresor había vuelto a perder la cobertura. Pero no, la llamada era de una amiga que me daba la mejor noticia posible de los últimos tiempos". Raquel Díaz pegó un berrido largo, agudo y se puso a llorar desconsoladamente al saber esta semana que la Audiencia Provincial de León había decidido que -3 años, 8 meses y 7 días después de la salvaje agresión que sufrió en Toreno- el causante de su calvario debía ingresar en prisión en el plazo de diez días. Soltó el teléfono, aplazó la llamada y, ya en la ducha, sus lágrimas se mezclaron con los chorros del grifo y el hipo que le entró al conocer la noticia que tanto ansiaba. 

Tras la ducha, es Raquel quien devuelve la llamada para reclamar más datos sobre la resolución de la Audiencia, que llega apenas 24 horas después de que se celebrara una vista a petición de la fiscal, Inés Lescún. "¡Por fin voy a poder vivir sin miedo!", grita emocionada, "¡se acabóoooooo!". Y se pone a cantar a todo trapo una de Nino Bravo: "Libreeeeeee, como el sol cuando amanece, yo soy libre, como el maaaaaar". Muchas risas y unas pocas lágrimas después, pide ver la resolución y pregunta mil detalles que la periodista no sabe explicarle. Llama entonces a su abogado, que llevaba hora y media grabando una entrevista para un especial sobre el caso Pedro Muñoz y acababa de conocer la noticia. "¡Pero que ya han fallado, que soy libre, que lo encierran, que se acabó mi encierro, Patiño!". Y más carcajadas de felicidad, después de muchos desvelos y demasiadas lágrimas.

Este domingo, Raquel celebra su 48 cumpleaños "un poco más esperanzada". Lleva semanas repitiendo dos deseos: "que encierren a mi agresor para poder volver a vivir y que me den plaza en un centro adecuado para mí". El primero está a punto de cumplirse. El segundo será en el que más piense cuando le impongan una cuelga leonesa y sople las 48 velas de rigor sobre una tarta "con mucho chocolate".

"El 4 y el 8 son mis dos números de la suerte", cuenta ella un poco acelerada. "El 8 es mi favorito porque es el símbolo del infinito, así que éste será un gran año para mí, porque cumplo 48 en 2024, ¡que suma 8!". Cuando se le pregunta qué ha sentido al saber que ya queda poco para volver a vivir sin el temor a los pitidos del dispositivo del sistema Cometa, sólo repite una palabra: "alivio, un alivio infinito". "Por primera vez en cuatro años he sentido que voy a poder cumplir mis sueños, porque con el condenado en libertad tengo un miedo atroz", explica Raquel. "Todos los días me llaman de protección a víctimas para informarme de que ha perdido la cobertura, y eso unido a mi preocupación por mis seres queridos, a los que él no dejaba de amenazar mientras estuve sometida a sus malos tratos, me estaba destrozando la vida", explica ya más tranquila, "el miedo es un mal compañero, ¡te impide vivir!".

"Sus tentáculos eran tan alargados que parecía que en Ponferrada y alrededores ya todos me daban por muerta, y después en el juicio él intentó que todos pensaran que yo estoy loca, y todo eso, sumado a la soledad que he sentido, ha provocado que el sufrimiento haya hecho mella en mí. La soledad ralentizó mi mejoría, lo mismo que el terror a cada llamada de Viogén", habla ahora entre lágrimas de tristeza.

"Después de hacer justicia, necesito dar las gracias a mi abogado, Felipe Patiño, que ha conseguido más en unos pocos meses que mi anterior letrado en tres años", explica Raquel, que en abril de 2023 perdió la confianza en Pablo Bello, el único colega del Colegio de Abogados de Ponferrada que aceptó llevar su caso. "Entiendo que sufrió muchas presiones y agradezco que intentara ayudarme, pero yo necesitaba un letrado que defendiera mis derechos a pesar de las presiones, por eso tuve que cambiarlo".

"Ahora pido a quien pueda ayudarme que me ayude a conseguir plaza en un centro más adecuado a mi edad y mis circunstancias, no es nada bueno para mí vivir entre ancianos y enfermos psiquiátricos", indica Raquel, que confía en "empezar un nuevo ciclo vital en cuanto mi agresor esté en la cárcel".

"Mi intención desde ahora es involucrarme en algunos proyectos que sirvan para dar a conocer mi caso y ayudar a otras víctimas de violencia de género", explica Raquel. "En este tiempo de tanta soledad he aprendido a aceptar que tengo un par de amigas de verdad y un abogado maravilloso, y la vida que llevo aquí encerrada -y aterrada- es un poco menos triste cuando recibo visitas, aunque muchos se hayan olvidado de mí, como si estuvieran castigándome por algo de lo que no soy culpable".

"A veces me enseñan todo lo que la gente dice sobre mí en las redes sociales y me echo a llorar, es emocionante que personas que ni me conocen se acuerden de mí y me manden tanto apoyo y tanto cariño, a todos ellos les doy las gracias y les digo que mi soledad se diluye con ellos", dice Raquel muy emocionada. "Lamento que tantas personas queridas se hayan olvidado de mí, amigos, colegas abogados, compañeros de partido, representantes institucionales... ¿por qué? Un día me gustará verlos y preguntar qué hice yo para haberme ignorado así, como ocurrió con la pobre Nevenka, que se han acordado de ella veinte años después..."

"Mientras termina esta pesadilla y empieza mi libertad, porque yo he estado peor que presa, estoy haciendo planes de futuro y espero disfrutar de la paz que me otorga la resolución del tribunal... ahora creo en la justicia otra vez, aunque en realidad yo siempre he creído en ella, pero ha sido muy duro el camino hasta llegar al final".

Raquel quiere que su caso de supervivencia extrema (estuvo al borde de la muerte y la última agresión le dejó parapléjica y con graves daños neurológicos) sirva para ayudar a otras mujeres, algo así como convertirse en un grito por las que ya no tienen voz. Una serie, un libro, algunos proyectos más. "Lo que sea para intentar hacer ver a todas las víctimas que no están solas y que hay que denunciar a los agresores cuanto antes", dice. "Yo intenté denunciar y no me dejaron hacerlo, mi agresor se encargó de que algunos me ignoraran, pero no todas las mujeres tienen en casa a un maltratador con los tentáculos tan largos ni esas amistades poderosas. Ahora toca seguir investigando los cabos sueltos y depurar responsabilidades: la Policía, el Ayuntamiento, la donación de sus bienes, las actuaciones del notario... no puedo trabajar como abogada pero sé que no me voy a aburrir ayudando a mi abogado en todos esos procedimientos judiciales abiertos".

A la espera de la resolución del recurso presentado a la sentencia de la Audiencia en el TSJCyL, Raquel y su letrado trabajan ya en los dos próximos objetivos: el intento de Muñoz de descapitalizarse y donar sus bienes a sus hijos para no hacerse cargo de la responsabilidad civil si resultaba condenado y la denuncia a los agentes de la Policía Local que no la auxiliaron cuando llamó desesperada al 112 el 13 de marzo de 2018 durante el transcurso de otro episodio de violencia que quedó grabado, una denuncia que ampliará al intendente de Ponferrada, Arturo Pereira, y al Ayuntamiento de la capital berciana. "La sentencia recoge que yo no fabulo, ahora quiero saber por qué el jefe de la Policía Local dijo esas barbaridades en la instrucción, o por qué dijo que había oído que la maltratadora era yo, porque me parece muy grave", dice Raquel en tono muy serio.