Menudo Panorama

Menudo Panorama

Por Pedro Santa Brígida

Coomonte: Adiós al hombre y al genio de la escultura


La pasada semana dejó este terrenal mundo José Luis Alonso Coomonte, un escultor universal arraigado en su querida Zamora. Artista con carácter, genio en el uso de los materiales, los motivos y las dimensiones, galardonado internacionalmente y honrado en su tierra. Entre sus reconocimientos figuran la Medalla de Oro de la Bienal de Arte Sacro de Salzburgo, el Premio Castilla y León de las Artes, el Premio Escultura Ciudad de Valladolid o el Zamorano del Año 2006.

El legado de Coomonte, durante años profesor en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca y en la Escuela de Artes y Oficios de Zamora, es ingente. En sus 93 años de vida ha regado con obras de arte Castilla y León, particularmente Zamora, pero también Madrid, Toledo, Guadalajara, Navarra, Álava, etc. Se puede contemplar alguna escultura con su firma en el Centro de Arte Museo Reina Sofía o en la Catedral Isabela de Filipinas. En su Benavente natal le homenajearon de por vida con una calle a su nombre.

Tuve el privilegio de conocer a Josepito, como le llamaban sus cercanos en Zamora, en 1988. Trabajaba yo en Radio Nacional de España, dirigía y presentaba el Magazine matinal. Cuatro horas diarias de emisión local en directo dedicadas a hablar de la vida y de los personajes de esa maravillosa provincia. Había oído hablar de Coomonte, coincidimos en algún evento y hasta cruzamos algún saludo. Una fría mañana (no recuerdo en qué mes de 1989), sobre las ocho, caminando hacia mi puesto de trabajo en la emisora de la Calle Requejo, a la entrada de la Plaza de la Marina, me encontré al afamado escultor encaramado a un andamio. La citada estructura estaba siendo utilizado por el servicio municipal de obras para restaurar La Farola, una de las esculturas más simbólicas y conocidas del artista, que además de obra de arte también alumbra la zona.

Algo no cuadraba. Permanecía quieto, mirando el horizonte. La escena fue más o menos la siguiente. Me pregunté: "¿Pero qué hace ahí Coomonte con este frío y a esta hora?". Me acerqué, nos saludamos y me explicó que se había encadenado (literalmente) a su escultura porque el Ayuntamiento estaba pintando La Farola con un color que él no había autorizado. "No pueden hacer lo que quieran con mi trabajo y como no me han hecho caso, quiero protestar con este acto de rebeldía", lamentó en tono claramente molesto. Enseguida me vino a la cabeza que unos minutos después, a las 9 horas, comenzaba mi programa de radio (aún no habían llegado los móviles), así que le dije: "José Luis, voy a la emisora a por la unidad móvil y vengo rápido a empezar el magazine contigo desde aquí".

Dicho y hecho. En la emisora mi director, Miguel Acal, me advirtió de que iba a entrar en la programación regional y nacional. Organicé la historia con Carmen Ferreras, mi querida compañera de programa, cogí los bártulos, el vehículo con la unidad móvil y para allá que me fui en compañía de Fernando, uno de los técnicos de sonido. Me subí al andamio con el micrófono, unos auriculares para mí y otros para Coomonte, charlamos unos minutos sobre cómo íbamos a enfocar aquel largo espacio radiofónico y el formato de las entrevistas y las conexiones que haríamos con los estudios de Zamora, Valladolid y Madrid. Tuve el privilegio de vivir una de las mejores experiencias periodísticas de mi vida de la mano de aquel ser humano tan singular.

Unas tres horas después de haber empezado el peculiar programa, con unos centenares de curiosos concentrados en el lugar, algunos lanzando gritos de apoyo al escultor y de crítica al entonces alcalde, Antolín Martín, llegó un autobús repleto con alumnos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca. Con sus batas blancas y alguna pancarta preparada a tal efecto, empezaron sus cánticos de apoyo a su profesor y al mundo del arte y los correspondientes lemas y abucheos al alcalde y a la política en general.

Minutos más tarde, se personó el alcalde con medio equipo de gobierno. Mi compañero le facilitó un micro y unos auriculares y pudo hablar con Coomonte a través del programa, con los oyentes como testigos en directo del compromiso de parar de inmediato el pintado de La Farola hasta que el escultor decidiera el color y el procedimiento para su restauración. Tuvieron que cortar la cadena unos operarios municipales, porque Josepito había tirado las llaves del candado. Los medios de comunicación de Zamora y TVE se dieron cita en La Farola aquella mañana, aunque el exiguo andamio sólo albergaba espacio para una persona, además del protagonista de la noticia.

Guardo en mi casa una fotografía de la peripecia con el artista genial y aquel joven periodista que vivió una experiencia única. Recuerdo el frío que pasamos, pero sobre todo las charlas que mantuvimos durante aquellas horas. Hasta siempre José Luis. No cambies allá donde estés, "hablador de la vida". Descansa como te mereces.

PD: DEP también Robe Iniesta, el rockero poeta. Otro genio.