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Por Emilio Rodríguez García

La carrera a la pata coja


Imaginemos que invitamos a un amigo a echar una carrera. Llevamos meses entrenando y, confiados de nuestra superioridad, decidimos correr a la pata coja. 100 metros después creo que es obvio quién ha sido el ganador.

Pues algo similar es lo que ha ocurrido con la industria del automóvil en Europa. De ser pioneros en ofrecer un producto de gran calidad al mundo entero, nos hemos empeñado en pasar a los eléctricos cuando no teníamos capacidad ni medios, lo que ha permitido que otros actores como China nos pasen por la derecha. Y sin usar los intermitentes.

Como se suele decir, más vale tarde que nunca; parece viable una posible revisión de la legislación europea sobre emisiones que permitiría al motor de combustión seguir en activo más allá de 2035, un soplo de aire fresco para la industria automovilística. La idea de que las ambiciones verdes deben chocar menos con la realidad económica y la capacidad adquisitiva del ciudadano medio europeo empieza a ganar un terreno que nunca debió perder.

Que ser verdes está muy bien, pero si no frenamos esta locura terminaremos respirando aire puro en la cola del paro mientras vemos circular coches chinos cuyas baterías han contaminado -y contaminarán- más que el motor de mi diesel. Y otra cosa, a saber cómo envejecen los eléctricos y cuál es la gestión de sus desechables. Llevan poco tiempo en el mercado y aún no los consideraría fiables. En 10 años, cuando tengamos una masa crítica de usuarios que los hayan probado, hayan sufrido averías, solicitudes de recambio y un uso intensivo de las baterías, podremos hablar con más propiedad. De momento, hay una etiqueta verde que engloba el coche dándole un aire de limpio, moderno y genial. Pero lleva poquito tiempo y no sabemos nada de cómo envejecerán. Los combustibles sintéticos también son otra vía a explorar para salvaguardar los intereses de nuestra industria. Pero de eso hablaremos otro día.

Y no es que en Europa no queramos ser verdes, pero narices, si un BMW eléctrico o el Porsche Macan nos cuestan 80k y llega un señor del país de al lado con un coche que tiene todos los extras por tan sólo 28k, pues habrá que hacérselo mirar. Principalmente porque no está pagando los mismos impuestos, porque su mano de obra no compite en igualdad de condiciones que la nuestra y, sobre todo, porque cuentan con incentivos estatales para darnos el sorpasso. Nosotros seguimos corriendo a pata coja, pero es que ellos ya lo hacen en patinete eléctrico.

Por si fuera poco, en Europa no tenemos los materiales ni la capacidad para ser independientes ni garantizar la cadena de producción de coches eléctricos. Por eso ahora, quizá, se planteen no forzar un cambio que no nos beneficia en absoluto a corto y medio plazo. A día de hoy, el coche eléctrico no es sostenible ni para el bolsillo del ciudadano medio ni para la balanza comercial de Europa.

¿De verdad nadie se había dado cuenta de que al correr a la pata coja íbamos a perder? Imagino que detrás de esta decisión o había intereses económicos individuales, o los asesores de los políticos europeos eran más familiares que tecnócratas. Me podían haber llamado a mí, que de coches no entiendo mucho, pero sé predecir cuándo me voy a caer al suelo por hacer el imbécil.